Llovía mucho pero estábamos dentro del bus. Habíamos bebido demasiado y ella decía que habíamos cogido el bus equivocado. Yo le pedía que se callase y le decía que en un momento más llegaríamos a su casa. Yo no sabía dónde vivía pero conocía el lugar porque ella me lo había dicho antes de subir al bus, que yo, con mil copas encima, supe que nos llevaría. Yo creo que a ella se le había pasado toda la borrachera y todo lo que se le había pasado a ella se me había subido a mí, así que trataba de no hablar porque sabía que la iba a cagar. Al dar la vuelta el bus para cruzar el puente que separa la ciudad de los suburbios ella se sintió más tranquila porque estuvo segura, por fin, que íbamos para su casa. Me cogió la mano y me dijo, o más bien me susurró, gracias. Yo seguía sin hablar más por miedo que por ganas. No podía volverlo a hacer, no podía discutir con ella, no le iba a decir lo mucho que la quería otra vez porque habíamos quedado como amigos. Era el último bus y ella lo sabía. Yo la dejaría en casa y esperaría el primer metro o cogería un taxi, así de borracho y así de miedoso.
Bueno, si te quieres quedar hazlo pero no pienso hablarte, estamos a dos cuadras de tu casa y si no te da la gana de ir qué voy a hacer, yo he venido aquí tratando de ser amable, además porque tú no tienes ni idea de cómo llegar a tu casa a estas horas y porque vives en un barrio que solo a ti se te ocurre vivir y que nunca se sabe qué puede pasar, claro, tú siempre con tus tonterías de que no te gusta vivir en el centro, pero a ver qué culpa tengo yo de que sea educado, de que haya ido a buenos colegios, qué culpa tengo yo de que se te haya caído el rimel, de que tu colorete sea barato con todo lo que ganas, es que tú, con casi treinta años, todavía te crees la jipi, mi viejo era jipi, o mi tío, que ahora tienen más de cincuenta años, pero tú, hazme favor, qué crees que porque dijiste que desde ahora somos solo amigos… normal, como quieras, pero después no te hagas la cojuda y me estés toda la fiesta provocando y sacándome a bailar porque tampoco soy un cojudo, y no me importa que no entiendas esta palabra porque yo sí, y porque me he prometido no hablarte, ¿ok?