jueves, enero 25, 2007

Llamada II

No me llamó. Vino con unas amigas y no me llamó. Se fue. Se fue sin llamarme y eso que sabía que yo estaba aquí. Sí, yo estoy aquí, aquí sentado viendo por la ventana y dándole agua a las plantas. Y claro, pensando por qué no me llamaste. Hay que ser muy mala para no haberme llamado. Pero bueno, qué se puede esperar. Yo espero, sí, porque soy tonto. Espero tanto de la gente y pienso y me como la cabeza. Qué comerían estas plantas si no les diera agua, ahora que las veo no me gustan para nada. Mi teléfono, que no come, también mira por la ventana, solo él sabe cuánto esperé su llamada. Él sabe cuánto le llamé y cuánto le escribí mensajes. Pero lo que él no sabe es que yo ya sabía que no me iba a llamar. Lo sabía porque ella es así. Escribió a todos diciendo que venía pero a mí no. Seguro que llamó a todos pero a mí nada de nada. Ya ves teléfono, a ti ni puto caso. Pude llamarle pero no lo hice porque tan arrastrado tampoco soy. Bueno, le hice sonar el móvil pero solo una vez y desde otro teléfono. No creo que se haya dado cuenta que era yo quien llamaba. Y si se dio cuenta que se joda porque a mí no me quiso llamar. Aunque yo creo que sí quería pero algo más fuerte en su cuerpo le dijo que no lo haga. Sabes tú, planta, qué suerte tienes al no tener que enfrentarte a las mujeres día y noche. Tú, en cambio sí que lo sabes, teléfono. Ella está aquí en esta ciudad pero no lo va a hacer y no sé por qué sigo pensando en ella si sé que no me quiere ni escuchar. ¿Y si la llamó yo? ¿Y si no le doy más agua a las plantas? Seguro que fueron las amigas las que le dijeron eso que siempre dicen las amigas. Eso de para qué lo vas a llamar. Vas a perder tu tiempo. No seas tonta, olvídalo. No vale la pena. Yo me pregunto: qué saben ellas. Me hago café porque me produce el efecto contrario y me hace dormir. ¿Te acuerdas cafetera cuando ella vino a casa y te dijo que eres linda? Sí, lo sé que te acuerdas, pues que sepas que ella ya no vendrá más. Vamos, no te pongas triste que tú y yo sabemos que tampoco es para tanto. Suena el teléfono y lo miro, le digo que por favor no me haga esas bromas, que ya no tengo 20 o treinta años, que ya estoy mayor para estas cosas pero mientras pienso eso y dejo la cafetera voy corriendo para responder. Casi cayéndome respondo con el teléfono en una mano y con el corazón en la otra. Es mi madre. Mi madre siempre suele llamar en estos momentos. Mi madre siempre me suele regalar plantas y preguntarme por ella para saber si hemos vuelto y estamos de nuevo juntos. Me está invitando a comer por cuarta vez en el día cuando en las tres anteriores ya le he dicho que sí voy a ir. Sí, mamá, mañana voy. Dejo el teléfono y pienso en desconectarlo así ya no estoy pendiente. ¿En qué estábamos, cafetera? Pelo una naranja, ya no sé qué hacer y sé que ella sigue esta ciudad que es tan pequeña y sé que si me lo propongo la encuentro. Pero no la voy a buscar. Por más que conozco todos los lugares que le gustan y que siempre decía allí voy a llevar a mis amigas, mira, aquí las voy a traer cuando vengan y vamos a ir todos juntos. Pues que sepas que falto yo allí en estos momentos, que sepas que me da igual si llamas o no. Me da igual si vas a esos sitios horrendos que decías. Pensándolo bien, menos mal que no me has llamado porque si tus amigas son como tú, vamos que íbamos a tener una nochecita de esas. Aquí estoy bien y tranquilo. Riego, pelo, me hago café, veo la tele, escucho música, leo un libro, tengo mil cosas para hacer. Paso de tener que escuchar de gente que no conozco, de tener que reírme de chistes que ya me sé y de brindar con gente que no sé quién es.

Desconecto el teléfono para no estar más pendiente, miro mí teléfono, lo miro por última vez mientras me sirvo el café que sale muy caliente de la tetera. Lo bebo todo. Me voy al espejo, me miro y guiño el ojo. Me río porque me conozco y me doy risa. Mientras me sigo riendo me pongo el abrigo, abro la puerta y voy a algún lugar mientras me despido de las plantas.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Mestro! Ojalá todos fueramos como tu!

Diego Alonso Sánchez dijo...

Hermaneto! Espectacular (aunque, a mi gusto, la participación de la madre por el teléfono es un tanto previsible).
Me quedo con una frase: "Me voy al espejo, me miro y guiño el ojo. Me río porque me conozco y me doy risa."
Fabuloso.
Pd. Quién no habla con su plantas, nada sabe de soledad.

Carlos Rojas Olivos dijo...

Y ojalá yo también fuera como él...

Jugar con el espejo y hablar con las plantas no sé cuánto tengan de normal pero creo que esas cosas nos hacen más personas.

Anónimo dijo...

Me gusto mucho.
me hace acordar aquellos tiempos de soledad en alemania.

donde cada objeto del cuarto expresaba un caracter diferente de mi personalidad

bien carlos , sigue asi,

Malco
Alemania- Frankfurt