lunes, noviembre 30, 2009

De besos 3

Lo que pasa es que nunca viste esas películas de los años 70 en donde las chicas daban besos a los chicos sin preguntar por qué o sin importarles dónde estaban. No, evidentemente no las viste ya que te haces problemas porque estamos aquí parados delante del museo de historia natural y dices que ese dinosaurio que ves por la ventana te incomoda. Y agregas que si no estuviese allí con ese cuerpo tan enorme y esos brazos tan pequeños todo sería más lindo, más romántico. Claro, esa es una buena excusa, seguro que si estuviésemos delante del museo del cine dirías que te fastidia el bigotito de Chaplin, la metraca de Terminator o los ojos de ET, pero no pues, estamos aquí y hoy le tocó al bendito dinosaurio. Ayer fue el helado de fresa, sí, porque yo me comí uno de chocolate y no me quisiste besar porque dijiste, incluso creo que disgustada, que la fresa con el chocolate no combinan. Ves que no viste esas películas. ¿Que eres muy joven? Pero si tenemos casi la misma edad, tampoco te hagas ahora la quinceañera. Creo que eran películas italianas. En esas películas lo que importaba era el beso, no el contexto, ni la escenografía, ni el chocolate o la fresa... Lo sé, no vienen al caso esas películas antiguas, total, quién las ve ahora, o dónde estarán, es más, seguro fui yo el único webón que las vio. Pero entonces vamos antes de que empiece a llover o caiga un meteorito, dejémoslo para otro día o para el parque del amor. Aunque allí sería yo el que no quisiera darte el beso porque la verdad que esa estatua que está en el medio de ese parque me da repelús. Cómo que si veo que yo también soy así. No pues, yo te estoy bromeando, claro que te besaría, aunque lo del repelús es verdad. ¿Que a ti sí te gusta ese parque? Bueno pues, qué quieres que te diga, nadie es perfecto. Oye tampoco me mandes a la mierda así no más, esa estatua me parece bien huachafa, nada más. Mira, tengo una idea, vamos un poquito más allá y nos damos un beso, ¿qué dices? ¿Que te da flojera? ¿Que te gusta esta esquina? Bueno pues, nos quedamos por aquí, mira por allí, ¿ves ese oso disecado?, bravazo, ¿no? No, no estoy molesto, nada que ver, yo entiendo lo del dinosaurio, lo de los helados, o lo de la otra vez cuando me dijiste que había mucha gente alrededor y te daba roche darme un beso. No sé si dos parejas que estaban besándose cerca a nosotros sea mucha gente, y menos pienso que les hubiese interesado ver que nos besábamos precisamente cuando ellos estaban haciendo... Bueno, no te aburro, no te preocupes. Peor hubiese sido que me des un beso y que luego te arrepientas. O que no te guste. O que te guste pero poquito y digas ya pues peor es nada. Mejor lo dejamos para otro momento, para la ocasión especial-romántica-linda que tanto esperas. No me burlo, pero es que me tienes así hace días y todo por un besito. ¿Que es normal que espere? Por qué, oye tampoco te hagas ahora la súper interesante como si fueras la única. Oquei, me pasé, esta vez sí me merezco que me mandes a la mierda, pero es que tú empiezas. ¿Que es tu primer beso? ¡¿Que nunca habías besado a un chico más de 10 segundos?! No te creo. Oye tampoco te juegues de manos. No sé, pucha no sabía pues, qué quieres que te diga. Si quieres yo te enseño que soy recontra experto. Nada que ver, no creo que seas tonta, quizás un poco quedada... No, mentira. Oye, no te vayas, mira, espera, era una broma, ya lo dejamos para otra vez, pero no te vayas. ¡Esperaaaaaa...!

Idiota, decirme a mí quedada. Qué se habrá creído. Está bien que se crea eso de que nunca he besado a otro chico más de 10 segundos, de que iba a ser el primero, pero decirme yo te enseño y sobre todo quedada. Y luego con sus películas italianas, a mí qué me importan esas películas... ¡¡¡Uffff!!! ¡Idiota! Una que lo quiere hacer todo especial, romántico y viene este a creerse no sé qué ¡Ja!, que se joda. Nunca, lo juro, ¡nunca lo voy a besar!

martes, agosto 11, 2009

Días movidos

Todo el mundo da por sentado que mi novia (cuál de todas, dirá otro mundo) me responderá que sí si le pregunto para casarnos. Qué inocentes son... ingenuos mortales de corazones débiles. No la conocen. No saben lo difícil que es convencerle de que el color rojo es solo rojo y no puede ser azul. No saben lo escabroso que es llamarle para decirle que en el supermercado ya no queda más leche de soya con grasa 4.6 % sabor a vainilla. Y no saben cómo se pone cuando la carne no está bien frita a 120° con aceite de oliva importado de Sabina, cerca de Rieti, allí por Italia. Pero bueno, estos días aparte de ver el mar muy movido desde el mejor baño del mundo, según un amigo; también he visto mis días muy, ni se imaginan cuánto, muy pero muy movidos. De Aeropuerto en aeropuerto, de ciudad en ciudad, sin comer, sin dormir y sin entender dónde estaba. Tratando de hablar idiomas indescifrables e intentando tener una sonrisa a pesar de todo. Y en lo poco que he dormido he visto gente en mis sueños que no veía hace mucho. Hadas madrinas del pasado y musas imperturbables que poco a poco han ido apareciendo en la vida real.

Todo el mundo da por sentado que yo sé que nada sé, pero no es así. Yo sé, por ejemplo, que si le digo para casarnos me va a decir que NO. Entonces no le digas, pues, responderá algún avispado amigo, pero si no le digo entonces ella me dirá: Por qué no me lo dices. Y la cosa se convertirá en un círculo vicioso que de círculo tendrá poco y de vicioso mucho. Los días son movidos porque la gente está que aparece y desaparece. Los abrazos se quedan cortos y por primera vez me siento querido. No es difícil sentirse así con tantos besos que recibo. Ojalá fueran dólares, o mejor euros, diría mi tía, la que cumplió 50 años al lado de mariachis y mucho licor. Yo no, yo no pido nada, aunque pido, ya pues si algo hay que pedir pido, que los días no se muevan tanto porque la verdad es que me estoy mareando y entiendan por favor que las resacas las llevo fatal. Me suelo pegar a la tele todo el día a ver partidos de fútbol tipo Inti Gas – Sport Huancayo, o lo que es peor, a ver la Bundesliga.

Todo el mundo da por sentado que mi novia (pero si no tiene novia, dirá otro mundo) llorará cuando saque el anillo del cofre y se lo ponga en uno de sus dedos. ¿Alguien llora con eso? Porque ella no lo hará, se los aseguro. Primero lo mirará perspicazmente. Luego lo revisará meticulosamente. Y como me conoce muy bien me interrogará, con justa razón, sobre su procedencia, precio, año de fabricación, made in qué y el material utilizado en su producción. Después de eso me dirá que NO y lo guardará para asegurarse de que no lo use con una de esas musas que yo creía me habían desterrado para siempre pero que para sorpresa mía en estos días movidos han empezado a salir de sus escondites. Sí, porque están apareciendo en sueños, calles, fotos, cartas, en cajas de leche, en la lluvia que cae y sobre todo en imágenes. En imágenes tan claras como la espuma de los pisco sour’s que saboreé hace poco y que según un amigo eran los quintos mejores del mundo.

Todo el mundo da por sentado que yo sé que nada sé, y tal vez sea así ya que sé que por allí ella se apiada de mí y me da el SÍ. Pero su sí sería solo una broma, como cuando bromea con lo de adoptar una llama y meterla en nuestro jardín que ni siquiera es de nosotros sino del edificio. O como cuando bromea con eso de comprar más plantas a pesar de que mi casa parece la selva del Perú a la que solo falta el Amazonas para serpentear por allí. Y para colmo de males tengo que seguir viajando y los días se moverán más y más. Se moverán tanto que alguien más aparecerá. Más y más gente, tanta gente que pensaré que mi memoria es de cartón, como la casa de Martín.

Todo el mundo da por sentado que mi novia (aún sigue con ella, dirá otro mundo) entrará a la iglesia con un vestido blanco despampanante y pomposo. Que detrás de ella ingresarán hermosas niñas llenas de flores y de colores celestes. Que el cura hablará sobre lo corta que es la vida y lo eterno que es el amor. Y razón no le faltará, pero los que si les faltarán serán los novios que no creen en lo que dice cuando habla sobre seres imaginarios. Entonces, ya pues decídete, que estás aburriendo. Entonces nada, los días se han movido, las imágenes me están cegando, las preguntas y los reencuentros me dan tanta luz que no tengo ganas de nada. Mi teléfono móvil no funciona. Sus ojos siguen siendo los mismos a pesar de que estaban achinados por todo lo que había fumado. Las flores ya no tienen color y las hojas caen como si fuera otoño en pleno verano. No la vi pero al menos escuché su voz y reía y reía. Su imagen apareció en cada esquina de esa ciudad extraña ya para mí. La lluvia no cesa mojando todo menos mis manos. Despertó todavía en mí eso que de niño me hacía sentirme hombre. Sus letras pudieron sacarme una sonrisa porque creo que hemos entendido muchas cosas. La comida no me llena y sin comer he subido casi diez kilos. Su silencio sigue siendo inamovible pero a pesar de eso siempre me sorprende. No sé usar las tijeras y tengo que cortar y cortar. Y fuera de todo esto que los días se muevan no es culpa de ella, a pesar de que se le extraña, y eso que sé dónde está y qué está haciendo.

martes, marzo 24, 2009

Da cosa nasce cosa

Habíamos cogido un barco hacia unas islas más pequeñas. Estábamos en Grecia y ella se había sentado en la parte de atrás. Lo había hecho porque estaba molesta conmigo porque la noche anterior yo, según ella, había estado mirando todo el rato a unas italianas que estaban en una discoteca. Y, en efecto, yo las había estado mirando pero no todo el rato como ella decía mientras discutíamos camino al hotel. Y mientras seguimos discutiendo en la habitación. Y así toda la noche hasta que no me quedó otra que dormir en la bañera. Me costó mucho convencerla de coger este barco y mientras veo que ella mira el mar con cara ya ni siquiera de pocos amigos sino de ningún amigo, escucho en mi reproductor una canción que se llama Barco viejo, de Los Inmortales. No es mi canción preferida pero la elegí porque sabía que iba a coger un barco, aunque cuando la elegí también pensé que la escucharía con ella a mi lado y ya ven, aquí estoy solo con mi iPhone, mis auriculares y sin muchas ganas ya siquiera de escuchar esta canción. Ok, yo las miré, no lo voy a negar, pero solo fue un momento porque ellas me miraron y claro no tiene nada de malo mirar, ¿o sí? No, por qué, todos miramos, no creo que exista alguien que diga: No, yo no miro, para nada, por qué voy a mirar, a mirar al cine. No, si alguien te mira, tú también miras, y si te miran dos italianas y se ríen pues te quedas mirando y le devuelves la sonrisa, ¿o no? Sí, por qué no. Total una sonrisita inocente que más da. Una cosa de nada. Una tontería. Otra cosa ya es una guiñada de ojo, o sacada de lengua. ¿Qué? ¿Nunca han visto a nadie que saca la lengua? Por favor, en qué mundo viven, yo he visto a gente que saca la lengua, la mueve y hasta manda besos volados. Hay de todo pero yo estoy jodido solo por mirar. Aunque claro, luego me dijo también que para qué me acerqué a ellas. No fue así como ella lo dijo, sí me acerqué pero fue porque fui a la barra a comprarme otra cerveza. Ahora yo les pregunto: ¿Está mal que uno que ya ha acabo su cerveza y tiene sed se acerque a la barra a pedir otra cerveza? No. Por qué, estoy en Grecia, hace calor, mi cerveza se ha acabado y pues quiero otra. No hay camareros, pues entonces lo más normal del mundo es que me acerque a la barra. Pero claro, ella todo lo exagera y ya parece que lo hice a propósito o con malas intenciones, y eso nunca.

Sigue atrás, ni siquiera me mira, y lo peor de todo es que cuando está así no hay cómo lograr que se le pase. Y no quiero volver a empezar a discutir. Ah, y todavía me dijo que para qué converso con ellas. A ver, que no conversé con ellas, solo me preguntaron de dónde venía y esas cosas que se pregunta la gente cuando está de vacaciones, yo pues le dije mi lugar de procedencia y ellas también y cuando me dijeron que eran de Italia pues les hablé en italiano ya que era una buena oportunidad de practicar el idioma, ¿o no? Sí, claro que sí, siempre es bueno practicar los idiomas que uno con tanto esfuerzo aprende, no se vaya uno a olvidar. Y nada más, dos tonterías que nos dijimos y ya por eso tanto escándalo. Hay veces que no comprendo estas discusiones, sobre todo cuando se exageran las cosas, sí, ok, las miré, me acerqué, les hablé, pero tampoco es que haya bailado tan pegado con una de ellas como ella dice. No, no fue así, solo bailamos una canción y yo ni siquiera quería. Solo que tuve la mala suerte de decir de donde era y justo sonó un merengue y fácil que ellas pensaron que debido a que soy latino yo sabía bailar y pues una me sacó y no me iba a negar, ¿o sí? No. Total, un baile no se le niega a nadie, y menos a una chica tan simpática que lo que quería era solo bailar una canción, nada más. Yo es que a veces no la entiendo, todo este problema que me hace por pequeñeces y justo ahora que es nuestra luna de miel. Y menos mal que ni siquiera le di un beso y solo fue un besito de despedida, pero ella todo lo agranda, hasta eso. Yo que iba a saber que en Italia uno se da besos en la boca cuando se despide. Si hasta hay hombres que lo hacen, lo más normal del mundo en Italia, o por lo menos fue eso lo que me dijo esta chica. Pero claro, ella no me creyó cuando se lo dije, solo se dedicó a insultarme y maldecirme toda la noche. Increíble, ¿no?

sábado, febrero 14, 2009

14 de febrero III

-¡CARLOS!- gritó.

Y me desperté. Claro que me desperté, cómo no me iba a despertar si gritó. Y gritó fuerte, con el permiso del pleonasmo que mi corrector siempre me ha dicho que evite pero yo no puedo hacer nada porque gritó muy fuerte, lo juro. Gritó mi nombre porque yo, descarada y sinvergüenzamente, me estaba acercando a sus labios. Y me estaba acercando con los míos, casi abiertos ya, para darle un beso. Para besarla, sí, para eso me estaba acercando yo que estaba medio dormido y medio borracho. C-A-R-L-O-S, fue lo que gritó. No me zampó una cachetada, que estoy seguro no me hubiese detenido como lo hizo el grito; pero nada de eso, ni se puso de pie y se fue, como hubiese hecho cualquier mujer de este mundo. Pero claro (o ni tan claro), ella no es una mujer de este mundo, con todo respeto para las demás: ella es especial. Tan especial que después de que yo me desperté y se me pasó la borrachera por su grito, me miró y se rió tan coquetamente que parecía que me decía: por qué no me besas, ¿a qué esperas, pánfilo? Así fue, yo lo recuerdo muy bien, lo recuerdo ahora que me estoy poniendo este par de calcetines verdes que después de dos años saco del armario porque por fin ha llegado el momento de usarlos. Esa vez fue la última vez que la vi en esa semana, fue un día viernes y fue en la semana que yo había decidido que usaría cada día un par de calcetines de color diferente mientras la siguiera viendo. El lunes fueron marrones, el martes azules, el miércoles negros, el jueves blancos y el viernes fueron los calcetines de color gris. Como gris fue ese día en que salimos con mis amigos y yo le dije en un rincón sin que nadie nos vea que me había enamorado de ella porque no era una mujer de este mundo. Ella insistió en que sí era de este mundo y discutimos. Discutimos mientras bebíamos una botella de Bacardi. Odio el Bacardi. Y lo odio desde hace mucho pero era lo único que a ella quería tomar por más que yo insistía con la cerveza y el gin tonic que ella rechazaba y pedía más Bacardi.

- Pero yo sí que soy de este mundo, tú qué te crees para decirme esas cosas a mí, qué te habrás creído...- repetía con odio en sus ojos.

Después, cuando todos se habían marchado y nosotros ni nos habíamos dado cuenta, se nos acercó alguien para decirnos que nos teníamos que ir porque ya era tarde y estaban cerrando. Ella le dijo algo a ese alguien y yo la seguí. No podía dejar que se fuera molesta. Y ella se dejó seguir, ya sin Bacardi, y con mucho frío porque era invierno.

- Vámonos, qué estás esperando. – me dijo mientras yo miraba como ella desafiaba a los 9 grados bajo cero porque estaba sin chaqueta.

Y así llegamos al metro, yo hablaba, seguro le decía cosas que tampoco eran de este mundo, como suelo hacer. O le decía que se dejase de tonterías y aceptase que se había enamorado de mí, de un mortal con nombre y apellido, trabajo fijo y seguridad social. Reía, eso sí lo recuerdo, que reía y miraba a otro lado para de vez en cuando decirme: No me mires así, por favor. Claro, mi mirada era la de un tonto enamorado, seguramente. Y luego yo me acerqué, abrí la boca, junté los labios, cerré los ojos, la intente besar... y nada, gritó mi nombre. Después no la vi más. El sábado cogió el primer avión y desapareció dejándome solo su mail y un par de guantes color rosa que he guardado al lado de estos calcetines verdes que hoy me pongo porque también es sábado y la voy a ver. Sí, la voy a ver porque después de todo este tiempo ella me ha encontrado en el Facebook y me ha dicho para quedar, que ha vuelto a esta ciudad y se aburre. Gracias, le respondí yo, intentado adivinar aún de qué mundo pudo haber venido. Yo hace mucho que la había encontrado pero nunca tuve el valor de invitarla para que fuera mi amiga. Y ella tampoco lo hizo, solo me mandó un mensaje y pude ver por fin su foto en grande y darme cuenta de que, a pesar de su nuevo corte de pelo, era la misma mujer que yo había conocido un día esperando el bus. Ese día ella leía un libro de Thomas Mann. Yo no la miraba, solo miraba el libro para que después no se crea que uno va tratando de enamorar a las mujeres en el bus (que los hay así, y muchos, pero yo no, por más que la chica me guste) y después de dos paradas me dio el libro diciendo que si tanto me gustaba el libro que me lo quedase. Tuve que terminarlo todo antes de darme cuenta de que en la última página me había escrito su correo. Y así nos conocimos. Yo le escribí y salimos. Cuando salíamos le ponía muchos nombres porque ella nunca quiso decirme el suyo y un día venía y me decía llámame Ana. Y otro día era Natalia o Claudia. Hasta ese día viernes en que fue Lucrecia, como en su perfil del facebook. Yo nunca supe que se iba a ir ese sábado, no me lo dijo, y mira que esas cosas se tienen que decir siempre pero ella se lo guardó y me dejó enamorado hasta los huesos y sin saber adónde se había ido porque cuando le pregunté de dónde era me dijo que eso yo lo tenía que averiguar. De otro mundo, fue lo que yo averigüé porque no tenía otra explicación. Y aunque nunca supe si ella sintió lo mismo que yo, desde la primera vez que le escribí un correo, quiso salir conmigo. Así fue, hasta ese día en que se marchó y yo no supe por qué ni adónde. Tampoco mis calcetines verdes que hoy por fin se lucirán en el lugar que hemos quedado. Y que han esperado hasta ahora porque yo sabía que ella iba a volver, que en algún momento la iba a encontrar y usaría estos calcetines que gallardamente han esperado al lado de sus guantes rosa que se quitó antes de bajar del metro, acariciarme el pelo y dándome un beso en la frente. Suerte, dijo esa vez. Yo me reí y le dije, suerte a ti, nos vemos luego, cuando la llamé su número no existía más. Solo me quedó, como ya dije, su correo. No puede escribirle. Ella sí lo hizo, diciendo que estaba bien y que se había regresado a su planeta, confirmando mi teoría de que no era de este mundo. Al igual que en el facebook, que tiene Marte como Red, pero yo sé que miente, no puede ser de Marte, es muy rojo para ella. Hoy es 14 de febrero, lo sé, pero no creo que haya elegido este día por algo, total, en otros planetas pienso que no se celebra eso del día del amor…Y menos que lo celebre ella.