martes, diciembre 04, 2007

Imagínenme 2

Las últimas semanas me la he pasado leyendo un blog. Es el blog de una chica que, muy inteligente ella, puso su foto, así, de entrada, para que no hubiera dudas de que era ella. Y, no como me pasó la primera vez, fui yo el que entró en su casa y esta vez nadie invadió la mía. He sido yo el que todo este tiempo ha estado pensando sus pensamientos, el que sabe qué hace, qué no hace, qué borronea o qué subraya, y me siento bien porque sé quién escribe y lo bien que lo hace, a pesar de que nunca hemos cambiado una palabra, me deja tranquilo. Imagínense, yo no la conozco de nada, pero es como si todos los días hablara con ella. Como si lo que escribe fuese solo para mí y todas las fotos que tiene las haya puesto también para mí. Pero, a pesar de la foto, es ella quién está tras el vidrio. No sé si todo lo que escribe es verdad, o lo que es peor, si quien realmente escribe todo eso es la de la foto. Pero qué puedo hacer. Es solo un blog. Es solo Internet. ¿Ha podido cambiar tanto nuestras vidas Internet? ¿Podríamos vivir, a estas alturas, sin la Red?, o mejorando la pregunta, ¿podemos hacer como que no existe?
¿Qué hacía antes la gente todo el tiempo que nosotros dedicamos ahora a internet? ¿Veía televisión? ¿Leía, jugaba mundo, jugaba liga, jazzes, lingo, canicas, bolero o simplemente se miraba al espejo? Nadie se acuerda.
He escrito varios post tratando de no escribir nada, algunas veces molesto, algunas veces con el corazón o simplemente con la imaginación. Sin tratar de decir nada he dicho algunas cosas. Es un juego peligroso tener tanta libertad de decir las cosas, ¿no? Hay gente que ha leído esto, y que sin conocerme se puede haber hecho una idea de mí, a pesar de que yo nunca he pretendido ser sincero ni demostrar como soy. Pero esto a veces cansa y de eso no se trata (al menos para mí) la escritura. Por eso he decidido dejar el vidrio ya que así como esto empezó (no quería leer más blogs y me puse a escribir uno) es hora de terminarlo porque he encontrado lo que una vez busqué. Por este motivo no quiero seguir llenando esta página que tantos post me ha hecho escribir (conociéndome pensé que llegaría a cinco) y que me ha hecho, eso sí tengo que reconocer, tener una disciplina a la hora de escribir. Pero la disciplina no lo es todo, antes hasta escribía cuentos, y era más divertido. Y ahora os confieso algo: debido a que mi número preferido del uno al diez siempre fue el 8, no sé por qué; voy a dejar 8 post que escribí, los que más me gustan. O los que más recuerdos me traen. O los que simplemente elija, me he dado dos semanas para hacerlo, así que tendré que volver a releer todos.
Ha pasado un año ya desde mi primer post, y ahora que ya estoy más tranquilo, sé a quién leo y he encontrado una casa nueva, que en nuestros tiempos se puede llamar blog, me despido de aquí. Pero como internet es tan generoso, todavía, y te deja siempre volver, quién sabe si algún día vuelva.
Termino como empecé, ya que aún me sigue rondando en la cabeza la misma pregunta:
Alguien después de haber leído todo esto, ¿me podrá imaginar?

jueves, octubre 11, 2007

De miradas 2


Qué miras. A quién estás mirando. Quién eres, ¿acaso te conozco? Por qué ríes. O qué haces si es que no estás riendo. Habla. Dime lo que sientes pero mirándome a los ojos. Sé que no lo harás. ¿Te da igual todo lo que te hable? Tienes la mirada fijada en otra cosa que no soy yo. Sí, porque yo soy una cosa también. Para qué has venido si no me vas a mirar. Mírame. Mira para aquí. Me jode que no me mires. Me da fastidio. Me incomoda. Pero te da igual. Así no sepa quién eres me incomoda que estés aquí y no me mires. Tu pelo me recuerda a alguien. Tu olor. Dónde nos hemos visto. Creo que una vez estuvimos en un parque por la playa y nos quedamos mudos y después de dos horas de no hablarnos nos besamos. ¿Eres tú? Eres la que una vez no me abrió la puerta de su casa a pesar de la lluvia y el ramo de flores que tenía en las manos. Mírame. Deja de reír, por favor. Dime quién eres porque si no me miras nunca voy a saber quién eres. Hoy no quieres hablar, lo sé. Nunca más quisiste hablar. Pero al menos mírame. No te pido más. No te estoy pidiendo tampoco algo imposible. ¿Estás riendo o es tu indiferencia? Por qué te quedas entonces aquí. Anda con lo que estás mirando. Regresa por donde viniste. Déjame aquí si no quieres mirarme. No, no estás riendo porque sino harías bulla y te taparías la boca. No has dicho nada, ¿lo sabes? ¿Acaso me odias? Acaso ya no te acuerdas de mí. Lo sé que puede que sea un extraño para ti, pero por favor mírame. No te vas a mover. Ni tú ni tus ojos se moverán. Seguirás viendo eso que yo no veré jamás porque yo sí te estoy mirando. Quién eres. Qué miras. A quién estás mirando. Qué haces aquí. Este es mi espacio, ¿lo sabías? ¿Eres tú?... la que me devolvió todos los libros dejándolos en la puerta de mi casa, tocando el timbre y saliendo corriendo sin darme tiempo a decirte algo. No, no eres tú. Tú ya me hubieses mirado. Y hasta un beso para saludarme me hubieras dado. Pero da igual quién seas. Lo entiendo todo. No digas nada que mucho ya has hecho con quedarte aquí escuchando todo esto. Está bien, no me vas a hablar y lo tendré que aceptar. Si tú no te vas me voy yo. Me voy. Eres tú. Sí, lo sé. Quién más podía ser. Me voy. Esta vez soy yo el que se va y no tú. ¡Me voy yo! No es necesario que digas algo. Mírame… es en vano, lo sé, siempre lo supe. Así como siempre supe que eras tú. Solo quería que me miraras… al menos esta vez.Hoy

domingo, agosto 12, 2007

Despedida 3

El aeropuerto es más frío de lo que parece. Y también es muy grande, tan grande que a pesar de toda la gente que hay nunca está lleno. Es blanco y eso lo hace transparente. El aeropuerto me esperaba en una noche casi fría; rodeado yo estaba de amigos, rodeado estaba yo de gente que vino a decirme adiós. De gente que vino hasta aquí a pesar de que era domingo y al domingo dios lo creó para descansar. Estaban todos menos ella. Pero no le di importancia, total, siempre pensé que no vendría. Y hasta allí llegué yo con dos maletas llenas. Una llena de ilusiones, de ropa y de algunos discos. Y otra, que pesaba horrores, llena de libros; libros que me fueron marcando desde que supe ver una hoja y leer en ella. El aeropuerto es silencioso, a pesar de que todos gritan, aunque la gente que vino a verme no lo hacía. A mí en estos momentos no me gusta pensar en nada, solo dejo que pase el tiempo a pesar de que sé que si pienso el tiempo igual va a pasar. Hablaba yo con mucha gente, a todos los quería mucho, mi familia daba vueltas y quizá muy dentro de cada uno de ellos había algo que les decía que yo nunca más iba a volver.

El tiempo siempre llama a tu puerta, por eso la señorita encargada llamó a los pasajeros que tenían el mismo destino que yo. Yo seguía sin pensar en nada, solo me levanté y cogí mi maleta pequeña que llevaba un par de libros y objetos raros que voy coleccionando por todas partes, cosas que me hacen recordar momentos especiales de mi vida, como la foto que ella me dedicó. El aeropuerto no se inunda jamás, a pesar de que todos lloran. En el aeropuerto siempre hay una cámara, así que me hice fotos con toda esa gente que me conocía desde que nací u otros que me conocían mejor que yo. Yo volteé por última vez para ver si ella entraba por una de las tantas puertas del aeropuerto, pero no lo hizo y no lo iba a hacer en toda la hora en que me despedí de todos. No sé cuántos eran, pero sé que me despedí de todos, a cada uno dediqué el momento que se merecía, mi madre, pobre ella, lloraba ya desde hace muchas horas y seguro lo seguiría haciendo, algo que nunca pude ver ya que esas son cosas propias del aeropuerto y cuando pasas una puerta ya no puedes ver lo que pasa allí, donde estuviste cinco segundo antes.

No llores, me dije, no llores, siempre ríe, siempre ríe y demuestra que el que parte sabe lo que hace. El aeropuerto tiene muchas puertas y te puedes perder en él, pero nunca pasa eso. Mi impaciencia se hizo evidente cuando me despedía de amigos y de mi familia, no sabía qué decir por eso no decía nada. Las miradas bastan y cuando llegué donde mi primo no me quedó otra que empezar lo que él, tan valiente como es, empezó a hacer por mí: llorar. No fueron sollozos, fueron risas y brindis en forma de lágrimas. Fue el momento que nunca quise tener pero que inevitablemente había llegado. Al despedirme por última vez de la persona que es mi abuelo apuré el paso y entré a lo que llamaríamos la recta final. El aeropuerto no es una iglesia, pero se reza mucho. Al darme la vuelta antes de entrar a la sala de embarque pude ver la cara de todos en una sola, le dije no te preocupes que nos vemos pronto y entré. Ya en el avión, me sentí la persona más alejada de todo el mundo, y pude, por una pequeña ventana, ver el aeropuerto que se alejaba de mí, y entre algunas gotas que empañaban mi vista pude darme cuenta, también, de que el aeropuerto no era tan grande como yo pensaba.

jueves, agosto 02, 2007

De besos

Cómo besas. Acaso eres de los que para besar cierran los ojos y los abren un ratito de vez en cuando para ver qué está pasando. O eres de los que besan y se deja llevar por las melodías transparentes. Hay besos sabor a limón. Besos mojados, empapados. Besos que suenan a verdad. Besos mentirosos. Besitos. Dos besos. Besos tiernos y besos salvajes. Besazos como cabezazos. Bésame, bésame mucho. Existen besos que nacieron para otro fin. Y hay besos que son extraños y no nos pertenecen. O besos que lloran por no ser dados. Besos que se extravían en ese espacio que me separa de ti. Besos como pétalos o quizás, en otoño, como hojas que caen…

O eres de los que besan rápido. De los que besan el aire. O, quizás, de los que de tanto besar no besan nada. Sí, me gustan tus besos. Besos cansados, agotados. Besos como cerezos. Besos desde el fondo del alma. Besos volados. Besos azucarados, salados. Besos que se dan con la mano y con la mirada. Besos en la oscuridad. Besos maduros, que de tanto darlos se desploman. Besos valientes. Existen besos que por más que los damos no llegan a ser besos. ¿Mi beso? Besos que brillan, que relucen y que deslumbran. Ninguno me besa. Besos que nunca se dan. Ni te atrevas a besarme. Hay besos que no dicen nada. Besos mudos y que no dejan lugar a reclamos. Besos cargosos, que se repiten. Besos que bajo el sol son solo sombras ante tanta luz…

O puede que seas de los que besan con la legua. De los que se pelean al besar. De los que gritan al besar. De los que al besar no se enteran de nada. De los que prefieren el no besar por temor a enamorarse. De los que se curran los besos. Besos como aderezos. Besos en punta. Besos templados, sosegados. Besos de olor a lúcuma. Besos para adentro. Bésame, a qué esperas. ¿Y si te beso? En mis besos lo puedes sentir. Tienes que besarme. Me gusta cómo besas. Si te beso es por algo, ¿no? Besito en la frente. Besos solapados, avisados. Besos como sesos. No pierdo las esperanzas de besarla. Hay besos que es mejor no darlos. Besos que se retuercen del dolor. Besos ilesos. Besos de piedra, papel y tijera. Besos de humo y borrachera. Besos que se dan para toda la vida.

Y tú, ¿cómo besas?

lunes, julio 16, 2007

De la noche en que por más que intenté no pude quedarme callado

Llovía mucho pero estábamos dentro del bus. Habíamos bebido demasiado y ella decía que habíamos cogido el bus equivocado. Yo le pedía que se callase y le decía que en un momento más llegaríamos a su casa. Yo no sabía dónde vivía pero conocía el lugar porque ella me lo había dicho antes de subir al bus, que yo, con mil copas encima, supe que nos llevaría. Yo creo que a ella se le había pasado toda la borrachera y todo lo que se le había pasado a ella se me había subido a mí, así que trataba de no hablar porque sabía que la iba a cagar. Al dar la vuelta el bus para cruzar el puente que separa la ciudad de los suburbios ella se sintió más tranquila porque estuvo segura, por fin, que íbamos para su casa. Me cogió la mano y me dijo, o más bien me susurró, gracias. Yo seguía sin hablar más por miedo que por ganas. No podía volverlo a hacer, no podía discutir con ella, no le iba a decir lo mucho que la quería otra vez porque habíamos quedado como amigos. Era el último bus y ella lo sabía. Yo la dejaría en casa y esperaría el primer metro o cogería un taxi, así de borracho y así de miedoso.

Cuando bajamos del bus ella me preguntó que qué iba a hacer, yo le dije te estoy acompañando a tu casa, ¿no? Sí, pero tú cómo te vas a ir. No te preocupes que yo ya veo. No quiero que te quedes por aquí solo. Pero qué dices, no me va a pasar nada. Espera, vamos a ver a qué hora viene el primer bus. Faltan dos horas. Pues esperamos. Vamos para tu casa, por favor. No, ¿ves?, te dije que no me acompañases. Yo cojo un taxi. Pues me voy contigo. Adónde, qué dices, estás loca. Vimos que un taxi paró delante de nosotros y bajó un grupo de amigos, el taxista se quedó mirándonos y nos preguntó si subíamos. Yo la miré. Ella me miró. No hablamos por unos minutos. Después de un rato, cuando ella me dijo lo pesado que era, me di cuenta de que el taxista ya no estaba, de que ya no llovía y de que yo estaba un poco mojado. Me di cuenta, también, de que ella había perdido casi todo el rimel y las sombras de sus ojos, y que el colorete que llevaba en los labios ya no era de ese color rojo profundo que deseé comerme en toda la fiesta.

Bueno, si te quieres quedar hazlo pero no pienso hablarte, estamos a dos cuadras de tu casa y si no te da la gana de ir qué voy a hacer, yo he venido aquí tratando de ser amable, además porque tú no tienes ni idea de cómo llegar a tu casa a estas horas y porque vives en un barrio que solo a ti se te ocurre vivir y que nunca se sabe qué puede pasar, claro, tú siempre con tus tonterías de que no te gusta vivir en el centro, pero a ver qué culpa tengo yo de que sea educado, de que haya ido a buenos colegios, qué culpa tengo yo de que se te haya caído el rimel, de que tu colorete sea barato con todo lo que ganas, es que tú, con casi treinta años, todavía te crees la jipi, mi viejo era jipi, o mi tío, que ahora tienen más de cincuenta años, pero tú, hazme favor, qué crees que porque dijiste que desde ahora somos solo amigos… normal, como quieras, pero después no te hagas la cojuda y me estés toda la fiesta provocando y sacándome a bailar porque tampoco soy un cojudo, y no me importa que no entiendas esta palabra porque yo sí, y porque me he prometido no hablarte, ¿ok?

Estábamos sentados en la estación del bus más triste del planeta más afligido del universo más desconsolado. No pasaba nada, ni siquiera carros o gentes, no llovía después de dos semanas en donde no dejó de caer una sola gota. Era increíble pero no nos mirábamos. No nos movíamos y no sé cómo hacíamos pero tampoco se sentían los respiros, y los latidos, si es que los había, no retumbaban dentro de los pechos. Al final, cuando del cielo salían algunos rayos de luz, ella se levantó. Pude ver una lágrima que se llevaba lo poco del rimel que había quedado porque ella se puso delante de mí. No habló pero me miró con una fijación absoluta. Sentí cómo me odiaba. Luego de pensarlo mucho y con toda la razón del mundo me metió una cachetada. Al reaccionar, me enseñó el reloj y me dijo: en dos minutos viene tu bus, y se fue.

domingo, julio 01, 2007

NY

New York no es gris, sino ploma. Me pregunto cuántas historias de los setenta y de los ochenta habrán nacido en esa ciudad. Una ciudad que con, o sin, el sol, parece no existir. Una cosa irreal dentro de la realidad de sus calles. Un eterno mirar hacia arriba. Cemento por doquier y la sensación de que la vida debajo de nosotros existe gracias al continuo ruido del metro. New York no es grande, sino enorme. Y en cada calle siempre hay algo. Hay una historia que empieza en las caras de las gentes. Se nota que nadie duerme y que a nadie le preocupa otra cosa que no sea New York. Una ciudad que no respira y que, si lo hace, no se da cuenta. Y luego el mar, los trenes, los taxis y ese humo que toda mi vida vi en las películas y me preguntaba por qué salía del piso, pues también estaba allí, tan humo como siempre. Es la ciudad espectáculo, es tiendas y Starbucks. Son colas interminables y luego, cuando logras terminar de hacer una, ves el Central Park.

El Central Park no es un parque, sino un mundo. Al verlo tan lejos de todo, tan calmado y ver su inmensidad te preguntas de dónde salió esto. No le molesta nada. Nada le fastidia, descansa y deja descansar. Es inoportuno, pero está bien que lo sea. Tiene la vista más grande de todas y un alaguna tan inmensa que te atrapa los ojos. La gente corre en sus caminos. Lo rodea pero no lo mira de frente. Y estás allí parado en medio del verde, la bulla desaparece y te preguntas cómo hace para ser tan sordo cuando fuera de él hay quince millones de personas tratando de adelantarse en una cola. El Central Park no ronca cuando duerme. No apaga la luz y tampoco se tapa. No, no es como el MoMA.

El MoMA no es un museo, sino una persona. Una persona que está sentada con lo brazos abiertos. Una persona con muchas caras y de diferentes colores. Una persona muy alta que reúne a todos nosotros pero no es ninguno. Y te preguntas cómo puede haber tanta genialidad junta en una sola persona. Porque cuando el MoMA habla lo hace para todos. Porque cuando llora, todos lloramos. Y viceversa. Y luego ves mucha obra de arte. Y más obras de arte. Y más. Y si quieres puedes quedarte con él. Él, que con nuestra imaginación juega.


New York es esa calle con números y casas con nombre. Ese suspiro. con smog Ese respiro inquieto. Esos policías tan azules. Ese café muy caliente y con sacarina. Ese hot dog de un dólar que cuesta tres... Cuando New York se acuesta, nosotros también.

lunes, mayo 14, 2007

Llamada 3

Saqué mi agenda y estaba decidido. Iba a llamar a todas, no me importaba que se dieran cuenta de que era yo, no me importaba que me odiasen más de lo que ya lo hacían. No me importaba nada. Marqué el primer número, la elegida era una niña cuando la conocí. Al escuchar su voz me hizo recordar toda mi juventud yendo y viniendo por todos lados. Dijo "Aló" y no colgaba. Yo antes, hace muchos años, hice lo mismo y ella sabía que era yo, me lo dijo una vez que nos encontramos en Miami, esta vez no sé si lo sabía pero no colgó hasta cuando pasaron unos seis minutos y yo lo hice por ella.

Ahora tocaba ella, quién es ella, era la misma loca de siempre. Dicen que la locura es contagiosa y lo afirmo, ella me contagió manías, me dio una nueva visión de la vida que no tenía nada que ver con la vida y me quiso tanto que nunca se acostó conmigo, y cómo sabes que te quiso tanto, pues lo supe después de leer un mail suyo que decía que siempre me quiso y siempre me querrá, yo creo que si eso me lo decía en el momento que la conocí muchas cosas no hubiesen sido como son ahora. Al llamarla me contestó una voz y supe que ella nunca iba a cambiar, era una de esas voces extrañas que me decía que el número que yo había marcado no existía más.

A esta no sabía si llamarla o no, acabamos mal pero como estaba decidido marqué su número por más que mis dedos se resistían. Me dijo “Sí” y casi le digo Sí, soy yo, el mismo que te cargó la maleta a pesar de la nieve, el mismo que caminó kilómetros por verte solo dos minutos, Sí, soy yo… pero no iba a hablar, me lo prohibí las dos últimas veces que nos vimos y también en ese momento. Volviste a hablar aunque con una voz que se entrecortaba, a pesar de eso logré entender un "Déjame en paz". O quizás me equivoqué y era un "Te quiero". No lo sé pero de lo que sí estoy seguro es de que temblabas porque esas cosas se sienten por teléfono, así como yo también temblaba y con tanto temblor y tanta lluvia merodeando los ojos me colgó.

Dije que llamaría a cinco y la cuarta me contestó con la misma voz con la que me dijo no te vayas, y yo me tuve que quedar callado como aquella vez porque mi lengua no respondió. Escuché una risa, y yo también reí porque eso era lo que más hacíamos, nos reíamos tanto que a veces reíamos más de lo que hablábamos. Luego de tu risa gritaste "Quién es" y me asusté un poquito, no mucho porque eras tú aunque nunca pudiste pensar que era yo el que llamaba ya que sabes que odio hablar por teléfono. Seguías siendo la misma fresca de siempre por eso me mandaste a la mierda y me colgaste con un merecido "Conchatumadre".

Y me quedaba un número, un número que estaba escrito con color rojo, un número que se añadió hace poco a esta agenda que se cae a pedazos, como pedazos nos hicimos nosotros, ¿recuerdas?, sí, estoy seguro porque tú recuerdas todo por más que te quejes de la memoria de pez y de esas cosas. Veía el número, estaba allí muy claro con todo el color rojo del mundo con el que lo escribiste tú porque me dijiste por qué no estaba en esa agenda tu número que era el más importante de mi vida, yo no te pude decir que no, no pude porque a ver quién es el valiente que lo hace… No estaba seguro de marcarlo, las ganas ya no eran las mismas pero tenía que hacerlo… y así pensando en si sí o no lo hacía me entraron de nuevo las ganas y cogí el teléfono, estaba decidido a hablarte y a todo cuando en el preciso momento en el que estaba por el sexto dígito abriste la puerta de la casa y entraste.

lunes, abril 30, 2007

25

Tengo 25 años/o mis últimos días como tal/ subo y bajo/ recuerdo y me ahogo con el aire que respiro/ miro/ llamo/ recibo/ hago mil cosas y sigo coleccionado recuerdos/ vivo agitado/ malhumorado/ de morado/ y me integro muy bien en las noches y en la oscuridad./ Reinvento historias y cuento algunas/ miento por vocación y por hobby/ digo la verdad todos los días y me acuerdo de Dios cada vez que mi avión despega/ robo ideas, canciones/ bolígrafos/ números/ colores/ fotos/ y despego de mi cuerpo esas llagas dejadas por las personas que más quiero/ llevo agua en mi pequeña mochila de color negro/ negro el cielo/ negro mi pelo/ negro el color de estas letras/ las letras que me atormentan en cada rincón de mi mente/ esta mente demente/ que de repente se apaga/ se enciende/ se luce y brilla/ se maquilla y bebe esa agua/ escribo con rapidez/ hablo y a veces me doy cuenta lo que digo y me quedo sin palabras/ creo que es difícil verme hablar/ nadar/ jugar/ llorar…/ recorro las calles de muchas ciudades y muchas ciudades recorren mi piel/ tengo el dolor de cabeza más grande del mundo/ mis uñas crecen a gran velocidad y tengo 18 cabellos en el pecho/ mis ojos se cierran con mayor frecuencia, mis manos envejecen de tanto volar en pájaros de acero/ mi fuego es fatuo/ es greguisco, es pérsico/ mi fuego no quema y se va/ se deja estar/ creo que aún puedo correr como hace diez años/ hace nueve años/ hace ocho años/ siete años/ seis años/ cinco/ cuatro/ 3/ 2 ó 1 año/ pero yo ya no corro/ camino/ y percibo/ me voy/ vuelo/ mi imaginación se va/ se agita/ se rodea de voces/ se aleja muy lejos y retuerzo mis pensamientos/ quiero abrazar/ me enamoro 365 días al año y quisiera ser feliz/ quiero sentir/ quiero poseer/ quiero atrapar/ quiero aferrarme a la madera de los árboles pero subo en ascensor a mi casa/ la casa blanca de paredes llenas/ de sillas vacías/ de vasos de cristal y platos de porcelana con cubiertos nuevos/ mi arrogancia es apropiada para cada situación/ para cada reunión/ grito como loco pero no me escucho/ subo y bajo/ ¿recuerdan?/ tengo mil razones/ muchos libros/ pero tan solo una cama.

Frankfurt/ IXX/ Noviembre/ MMV

domingo, abril 01, 2007

De incógnito

He salido de incógnito. Qué quiere decir eso, pues quiere decir que no voy a reconocer a nadie, quiere decir también que si veo a alguien conocido me voy a hacer el loco, el que no le conozco. Esa persona no me reconocerá porque estoy de incógnito. Aunque quizá si voy a comprar cigarrillos a la tienda de la esquina el coreano que los vende me reconozca… da igual, esta vez no me despediré ni le hablaré y solo señalaré los cigarrillos.

Visto de negro, llevo algo con capucha y gafas de sol. Es que para incógnitos pocos como yo. Además que he llamado a todos diciendo que no salgo de mi casa hasta el viernes porque tengo mucho trabajo. Así que si los conocidos ven que me parezco a mí al final dirán no es él porque él está en casa escribiendo y no sale hasta el viernes. Por qué he salido de incógnito… pues porque quiero ir a comprar algo sin que nadie lo sepa, quiero comprar mil cosas sin que la gente me pregunte por qué. Sin que nadie diga te acompaño o cosas como por qué compras eso y no esto. No quiero tener que responder preguntas.

No hablo con nadie mientras camino y me gusta, todos miran al loco que soy yo y se preguntan por lo de mis gafas de sol. Llevo una mochila para levantar más miradas porque soy un incógnito al que le gusta llamar la atención. De esos incógnitos que les gusta que les vean, en eso consiste el juego, en que me vean pero no me reconozcan. Qué voy a comprar… pues libros, muchos libros a buen precio porque hay una feria, libros usados, esos libros que huelen a leído. Esos leo yo, no los nuevos que cuestan mucho y huelen a pegamento, no, a mí me gustan los libros viejos, los libros manoseados, con manchas de café y olor a insomnio.

Y de incógnito voy por las calles, por las calles con miles de gentes como yo, de gente que nadie conoce ni conocerá. ¿Y a mí quién me conoce?, a mí nadie, quizás dos o tres chicas de esas a las que escribo poemas robados de internet (gracias Google), o algún compañero de escuela que no me reconocería ya que llevo una barriga enorme que no tiene nada que ver con la persona que era por esas épocas. Y por supuesto, mi familia. Mi familia que no me ve hace diez años y que no vive en esta ciudad. ¿Y entonces?… entonces soy un incógnito, soy alguien no público, algo privado, ¿necesito vestirme así para ser un incógnito?, no lo sé aunque al final igual nadie me vaya a reconocer. Mejor no me hago preguntas porque hoy he dicho que no quiero preguntas, además que estoy en una ciudad extraña, en una ciudad que no me pertenece, estoy lejos de todo y cerca de nada. Pues entonces más incógnito de eso no se puede ser… ¿o sí? Me quito las gafas que ya me están pesando, las guardo en la mochila mientras siento que alguien me mira. No lo conozco, no sé quién es, esa persona dice lo mismo de mí pero me sigue mirando. Yo no dejo de mirarle y se va. Nunca más se recordará de mí, de mi mirada. Soy algo oculto para él y para su vida aunque por un momento haya creído reconocerme.

Llego a la feria, mucha más gente de lo que me esperaba. Muchos libros y ese aroma a libros usados se respira de lo mejor, ese aroma que sentimos los que cambiamos las páginas de los libros con esa sensación de que alguien ya lo ha hecho antes. Reabrimos lo inesperado. Me pongo las gafas porque pienso que aquí sí alguien me va a reconocer. Dije que no saldría pero lo hice, salí de incógnito y no he hablado con nadie. Mi teléfono móvil no ha sonado porque lo he dejado en casa, no llevo nada con lo que me puedan ubicar. Pero, ¿quién me quiere ubicar? Basta de preguntas. Estoy en una ciudad que no es la mía y tratando de pasar desapercibido cuando sé que aquí nadie se dará cuenta de que existo a menos que yo de un paso. Pero si escapo de las preguntas por qué me hago tantas. Me siento, abro el libro comprado, me vuelvo a quitar las gafas de sol. No quiero escuchar nada más, quiero leer tranquilo. Me ha costado mucho llegar a este lugar sin que nadie lo sepa y sin que nadie me haga preguntas. Empiezo a leer, dice:

“Hola, de quién te escondes.”

miércoles, febrero 14, 2007

14 de Febrero

a TC, cuando cierra los ojos...


He tenido que comprar como güevón una caja de chocolates y un globo. Me siento recontra pavazo con esto en la mano y caminando por la calle, una guada estar templao. Pero güeno, ella es de las que le gustan estas cosas, si no le compro nada se asa y después me hace un chongazo, así que caballero nomás. La gente me mira, mucha palta, espero que cuando llegue no se ponga toda caramelosa y me haga más roche delante de toos, de ahí me van a bacilar y me van a querer agarrar de lorna por su barrio. Ta mare qué raro yo así carajo, nunca me hubiese imaginado gastarme la plata de la chupeta en chocolates y florecitas, parezco cabro ya, solo falta que me eche gel y guadas de esas pa que me digan metrosesual, menos mal que la flaca vive en otro barrio porque sino mis patas no perdonan y ya no me iban a soltar nufunca. Allí está, qué guapa que se ha puesto, ta mare yo con la ropa de jugar pelota, ta que también yo más faiter, me hubiese cambiado, pero le traje los regalos pe, toy nervioso, estas cosas a veces no las entiendo, ta mare qué le digo, feliz día de los enamorados y esas vainas son de brócolis, de mariconcito de la tele, mejor le digo pa ir a comer un sánguche donde Néstor, o pa ir a bailar el sábado… ta mare pero si no le dan permiso. Como si fuera chibola también, bien jodido el zambo de su viejo, ta mare no sé qué decirle porque esta guona va a querer ir a pasear por el parque, hasta seguro que nos enyucan al mostrito de su hermano. Ya me vio, se hace la tercia y se demora, ta mare que jodida es, caballero nomás, cholo, tas templao, ya fuistes, sabe que me jode cuando hace esa guada pero le encanta, le aloca ponerse en plan. Y si le digo pa ir comer al puerto, pa mí normal, que todavía me ha quedao un sencillo, pero no pes después no va a querer chapar con el turrón a cebolla, le digo que parque no, que deje a su hermano por allí y vamos pa la yapla pes, hace un calorzazo y yo normal nado con mi chor de jugar, cuánto se demora, ya pe causa que tanto te despides ni que te fueras a ir pa Alemania, allí viene, se ha puesto falda y se ha hecho dos moños, la cagada como se ha arreglado, ni pa su santo… ta rica, qué le digo, qué güevón me pongo, ayúdame pe guon, nada, no sé, ahí ta, ta mare no tiembles, no seas monse, dile algo pe, al toque no arrugues, este, esto, este.

- Te he comprao esto. Toma, es pa ti.

- Gracias, qué tierno eres… No tienes nada más que decirme.

- Este… FELIZ DÍA DE LOS ENAMORADOS…

jueves, enero 25, 2007

Llamada II

No me llamó. Vino con unas amigas y no me llamó. Se fue. Se fue sin llamarme y eso que sabía que yo estaba aquí. Sí, yo estoy aquí, aquí sentado viendo por la ventana y dándole agua a las plantas. Y claro, pensando por qué no me llamaste. Hay que ser muy mala para no haberme llamado. Pero bueno, qué se puede esperar. Yo espero, sí, porque soy tonto. Espero tanto de la gente y pienso y me como la cabeza. Qué comerían estas plantas si no les diera agua, ahora que las veo no me gustan para nada. Mi teléfono, que no come, también mira por la ventana, solo él sabe cuánto esperé su llamada. Él sabe cuánto le llamé y cuánto le escribí mensajes. Pero lo que él no sabe es que yo ya sabía que no me iba a llamar. Lo sabía porque ella es así. Escribió a todos diciendo que venía pero a mí no. Seguro que llamó a todos pero a mí nada de nada. Ya ves teléfono, a ti ni puto caso. Pude llamarle pero no lo hice porque tan arrastrado tampoco soy. Bueno, le hice sonar el móvil pero solo una vez y desde otro teléfono. No creo que se haya dado cuenta que era yo quien llamaba. Y si se dio cuenta que se joda porque a mí no me quiso llamar. Aunque yo creo que sí quería pero algo más fuerte en su cuerpo le dijo que no lo haga. Sabes tú, planta, qué suerte tienes al no tener que enfrentarte a las mujeres día y noche. Tú, en cambio sí que lo sabes, teléfono. Ella está aquí en esta ciudad pero no lo va a hacer y no sé por qué sigo pensando en ella si sé que no me quiere ni escuchar. ¿Y si la llamó yo? ¿Y si no le doy más agua a las plantas? Seguro que fueron las amigas las que le dijeron eso que siempre dicen las amigas. Eso de para qué lo vas a llamar. Vas a perder tu tiempo. No seas tonta, olvídalo. No vale la pena. Yo me pregunto: qué saben ellas. Me hago café porque me produce el efecto contrario y me hace dormir. ¿Te acuerdas cafetera cuando ella vino a casa y te dijo que eres linda? Sí, lo sé que te acuerdas, pues que sepas que ella ya no vendrá más. Vamos, no te pongas triste que tú y yo sabemos que tampoco es para tanto. Suena el teléfono y lo miro, le digo que por favor no me haga esas bromas, que ya no tengo 20 o treinta años, que ya estoy mayor para estas cosas pero mientras pienso eso y dejo la cafetera voy corriendo para responder. Casi cayéndome respondo con el teléfono en una mano y con el corazón en la otra. Es mi madre. Mi madre siempre suele llamar en estos momentos. Mi madre siempre me suele regalar plantas y preguntarme por ella para saber si hemos vuelto y estamos de nuevo juntos. Me está invitando a comer por cuarta vez en el día cuando en las tres anteriores ya le he dicho que sí voy a ir. Sí, mamá, mañana voy. Dejo el teléfono y pienso en desconectarlo así ya no estoy pendiente. ¿En qué estábamos, cafetera? Pelo una naranja, ya no sé qué hacer y sé que ella sigue esta ciudad que es tan pequeña y sé que si me lo propongo la encuentro. Pero no la voy a buscar. Por más que conozco todos los lugares que le gustan y que siempre decía allí voy a llevar a mis amigas, mira, aquí las voy a traer cuando vengan y vamos a ir todos juntos. Pues que sepas que falto yo allí en estos momentos, que sepas que me da igual si llamas o no. Me da igual si vas a esos sitios horrendos que decías. Pensándolo bien, menos mal que no me has llamado porque si tus amigas son como tú, vamos que íbamos a tener una nochecita de esas. Aquí estoy bien y tranquilo. Riego, pelo, me hago café, veo la tele, escucho música, leo un libro, tengo mil cosas para hacer. Paso de tener que escuchar de gente que no conozco, de tener que reírme de chistes que ya me sé y de brindar con gente que no sé quién es.

Desconecto el teléfono para no estar más pendiente, miro mí teléfono, lo miro por última vez mientras me sirvo el café que sale muy caliente de la tetera. Lo bebo todo. Me voy al espejo, me miro y guiño el ojo. Me río porque me conozco y me doy risa. Mientras me sigo riendo me pongo el abrigo, abro la puerta y voy a algún lugar mientras me despido de las plantas.