lunes, octubre 08, 2012

Cercanías

Estaba leyendo un libro y en eso cuando alzo la mirada para ver qué pasa, dónde estoy y por qué se mueve todo, veo en un mapa que está delante de mí que estoy en Bogotá. Cierro el libro nervioso y no me lo puedo creer. No sé qué hago aquí y por qué he venido. Sudo, me retuerzo en el lugar donde estoy y siento cosquillas en los pies. Me rasco la cabeza, intento no gritar, no correr, no crear un caos en un lugar aparentemente tranquilo.

Trato de abrir el libro pero las letras de Mikhail Bulgakov no me dicen nada, no me atrapan por más que venía leyéndolo todos los últimos días de este mes que me está llenando de sorpresas. Respiro hondo y sí, estoy en Bogotá, no hay dudas, no es un sueño, no es mi imaginación que me vuelve a jugar una mala pasada, no, estoy realmente aquí, en carne y hueso. Trato de evitarlo pero es inútil e indudablemente pienso en ella. La conexión es inmediata y recuerdo sus frases. Recuerdo esa voz melodiosa que solía tener con un acento tan extaño para mí que repetía siempre la palabra “pilas” y nunca supe qué significaba. Qué pesado este tipejo, dirán ofuscados los pobres lectores de este blog, siempre tiene que recordar y recordar, repetirán jalándote las mechas o dándose cabezasos en el muro, acaso, no tiene otra cosa que hacer que no sea recordar, preguntarán con razón y vehemencia.

No, lo siento, no puedo evitar recordar. Por eso sudé cuando me di cuenta dónde estaba, por eso me retorcí, por eso me puse nervioso y sentí cosquilleos. Por eso no quise nunca venir aquí pero ya ven, aquí estoy, en este lugar que me parece transparente, irreal, lejano. Y la imagino cerca, tratando de ir para todos lados, con los ojos siempre bien abiertos, muy alertas, odiando el tráfico, o más bien el trancón, la lluvia, haciendo mil cosas y disfrutando de la oscuridad. Repitiendo con esa sonrisita que yo solía disfrutar “Bogotá es chévere”. Y trato de observar hacia los lados para ver si el destino es caritativo conmigo y ella se cruza por este lugar pero no veo nada, no oigo nada, no siento nada. Me pongo de pie, camino veloz tratando de encontrar una salida, ignoro las miradas cercanas, las voces que se oyen a mi lado. Sé que me tengo que ir pero no lo quiero hacer. Sé que aquí no pinto nada, que nunca va a pasar por mi lado, que la ciudad es demasiado grande y que las casualidades no existen. Quiero coger un taxi pero aquí no hay ninguno.

Me vuelvo a sentar, bebo un poco de vino. Me pongo los audífonos que ahora llamo auriculares pero me gusta más decirles cuffie. Escucho música a todo volumen. Me miento al intentar convencerme de que mi mente está en blanco. Radiohead. No surprises. Una chica se pone a mi lado, me pregunta si me pasa algo. No eres tú. No tiene tu voz, tu acento. No pasa nada, respondo. Me sonríe, puedo ver en ella esa ternura que poca gente suele esparcir, sin dudas, es una profesional de hacer calmar a las personas como yo. Me da mi libro, me acomoda el asiento y yo le pregunto dónde estamos.

-Acabamos de pasar Bogotá- me responde sin perder la sonrisa y recogiendo la copa vacía que está en la mesita de la parte trasera del asiento del de adelante.

Doy una vuelta, miro alrededor y de la nada aparece un avión. Estoy encerrado en uno desde hace infinitas horas. Abro el libro y siento que por fin puedo seguir leyendo con tranquilidad, dentro de poco llegaré a Lima.

viernes, marzo 23, 2012

Jugueteando

Cogió su lapicero y escribió mi nombre. Yo había soñado con ese momento. Fue como ver una película repetida. Sus letras eran curvadas, parecían dibujos antiguos, elegantes. Seis letras con mi nombre en una hoja que sacó de su cartera sin que yo se lo pidiese. ¿Ves?, me preguntó. Ahora mira, ordenó con una expresión tierna. Me quedé inmóvil mirándola. Vestía una blusa color beige y un pantalón oscuro. Llevaba muchas pulseras plateadas, pendientes de perla y cada pocos segundos se cogía el pelo y lo cambiaba de lado. No está nerviosa, quizás emocionada, pensé. Cogió nuevamente el lapicero y haciendo aspavientos lo movió cerca de mis ojos para al final darle la vuelta. Yo estaba ido, despojado, atontado. Con el lapicero al revés comenzó a borrar mi nombre que antes había escrito con una sutileza única de sus manos. Parecía que aquella película repetida era una de esas románticas con final feliz donde las parejas surcan los mares, montan a caballo o pasean por la orilla de alguna paradisíaca playa. Pero no, estábamos en un taxi por la bulliciosa y desalmada ciudad. Terminó de borrar y mi nombre se fue, desapareció, se hizo humo. Es un lapicero mágico, me dijo. Sonreía, sabía bien que había ganado aquella partida.
Levantó su copa y dijo salud. Salud por esta noche, dijo un poco más alto. El restaurante estaba vacío y los mozos esperaban a que terminásemos para poder cerrar e irse a casa. Vestía un jean celeste algo ceñido, llevaba tacos y una camiseta pequeña. Su sonrisa y sus gestos me hacían inventar historias en mi cabeza y a la vez me retenían cuando quería acercarme más hacia ella. Hacía calor pero llovía, la mayor de las contradicciones ambientales. Solo dos copas, había advertido cuando nos sentamos. A partir de la tercera copa ya no respondo a lo que diga o haga, dijo cuando bebió el último sorbo de la segunda. Tuve ganas de raptarla, de llevármela a algún lugar lejano, pero no me atreví. Su pelo suelto y medio largo de vez en cuando tapaba esos ojos que siempre tenían algo que decir. O que se abrían mucho dejando todo pequeño, ínfimo, chato. Me quedé viendo el libro sobre la mesa de mantel blanco y cuando me lo acercó no supe qué escribir en él. Qué pasa, preguntó, si quieres me voy para que puedas escribirme algo bonito, dijo y se puso de pie para irse lentamente atravesando mesas con dificultad sin darme tiempo a responder. Sentado solo, ante tantos mozos observándome y con mucha azúcar, limón y pisco en el cerebro, traté de elaborar algo coherente que me fue imposible, había vuelto a perder contra ella.
Me miró y se rió. Por qué caminas así, preguntó. Caminaba delante de mí. Podía ver su vestido negro con algunas flores y su inmenso bolso. Había mucha gente alrededor y yo me sentía perdido en una ciudad llena, abarrotada, atestada. Tienes miedo, preguntó irónicamente haciéndome buuuuu muy cerca y estirando sus manos como cuando se asusta a un niño. Quise besarla. No, le respondí serio. La seguía detrás porque no se podía caminar debido a toda la gente, los buses; y a veces me daban ganas de gritar, quería ser yo el que estuviese delante pero era ella quien conocía mejor el camino hacia ninguna parte. Cuando llegamos a un parque nos sentamos en una fría banca y contó historias, leyó, habló por teléfono, hizo discursos sobre fútbol, leyes, ortografía, cocina, economía, religión, sexo, música, alcohol y literatura. Yo fui mudo, tácito, oclusivo. Aburrido, predecible, bobo. Vámonos, ordenó. El viaje que parecía eterno había terminado. Sabía que no me volvería a ver, y así como una noche aparecí iba a desaparecer. Se despidió de mí y las últimas palabras las dijo cabizbaja y tratando de darle sentido a unas palabras insonoras. Se notaba nerviosa, intranquila, inquieta. Esta vez, le había tocado perder.

martes, febrero 14, 2012

14 de febrero IV

10:20 a.m.

Hace un mes 4 amigos entre chicos y chicas me eliminaron del Facebook porque escribí que dios no existía, que era un invento y que las mujeres eran pavas porque creían en una religión súper machista. Una semana después me eliminaron 3 más porque puse un link con fotos de una peli porno que dije que me gustaba e incluí a Silvia Saint entre mis atletas preferidos. Cochino, me dijo una de las que me abandonó y pa colmo ese día una amiga del cole me escribió un inbox diciéndome, de forma educada y sacerdotal, que la estaba cagando, que esas cosas no se podían subir al face. La eliminé por cojuda. Y esta mañana he puesto que el día de los enamorados es la estupidez más grande que pueda existir y ya llevo perdiendo 2 amigos. Aparte de los comentarios que he recibido en mi post (¿la gente no duerme? ¿no trabaja?)... Todos diciéndome que estoy picón porque no tengo enamorada o novia e insinuando que soy un pajero... ¡Cómo si los demás no lo fueran! Además ellos qué saben si tengo o no. Pues nada, la guerra no ha hecho más que empezar. Llevo jodiendo a todos los que van subiendo huevadas tipo amo a mi amorcito o suben canciones románticas pegajosas. Me llega toda esta parafernalia romanticona o lo pesada que se pone la gente este día, y me llega también que me ataquen porque pienso que es una estupidez. No me importa quedarme sin amigos.

13:40 p.m.

Ya llevo 5 amigos más perdidos en las últimas horas y las notificaciones no me dejan de llegar. Incluso una tía que no veía hace tiempo me ha escrito que qué pensaría mi abuelito si estuviese vivo y demás tonterías como si mi abuelo tuviera algo que ver con lo que pienso. Eliminada la tía por babosa. Un cague de risa fue una amiga que puso “te amo, Ludovico” y yo comenté: “Sí, Ludovico, te ama... pero más a tu billetera”. Se armó un chongazo que terminó con varios comentarios de no hagas caso a esas maldades o insultos hacia mí cuando todo el mundo sabe que Ludovico es más venado que Bambi y si no tuviera billete... en fin. Otra también que se armó, y que fue la causa de que me eliminaran un par de puntas, fue cuando Enriqueta escribió: Feliz día, mi amorcito. Y yo comenté: “¿cuál de todos?” Esa reconozco que la hice por joder, pero igual la gente se picó y hasta me gané una amenaza de un huevón llamado Rogelio.

17:15 p.m.

He llegado de comer y más o menos a las dos me llamó un primo para decirme que no lo cagara por Facebook porque iba a poner un comentario amoroso a una flaca que estaba afanando. Tranquilo, con mis primos que me invitan al estadio no choco, le respondí y así sin querer ya tengo dos entradas para occidente el fin de semana. Gané y perdí. Perdí porque una ex me canceló y me ha bloqueado porque la busco y no me aparece. Todo porque puse en un comentario “más jugadoras que mis ex”. Se lo tomó a pecho y eso que ni pensé en ella cuando lo escribí, pero bueno se habrá creído que pensaba en ella y como la gente suele estar muy sensible este día me canceló. Me acaba de escribir por WhatsApp un pata del cole que me ha dicho para cagar a una flaca que hace tiempo lo dejó... cómo es, le pregunté, nada, solo por joder me respondió y como esto no es una ONG le dije ya, compare, nos vemos en la próxima reuna de la promo, chaufa de mariscos.

19.30 p.m.

Esto está interesante, puse en un comentario “qué canción más aburrida, parece que la canta un muerto” y la cagué porque resulta que esa cantante acaba de morir. Resultado: 2 amigos menos por faltoso. Luego me abandonaron un par más por un comentario en la foto de un amigo casado con una gringa. En la foto estaba ella con un ramo de rosas y una caja de chocolates, lo más patético que vi en el día, ganó el premio. Y como no me pude contener escribí: Si la gringa supiera, tendrías que comprarle un parque o una fábrica de chocolates. Y nada, la pareja me eliminó.

21:10 p.m.

De los pocos amigos que me quedan me han llegado hartos mensajes regañándome, los que lo han hecho chévere siguen allí en mi lista de amigos, los demás dónde estarán. Otros me han escrito dándome ánimos y diciéndome que no arrugara. En Twitter tengo mi nombre con el #foreveralone como tendencia en el país y los insultos no han dejado de llegar. Al menos mis seguidores han subido. Lo que empezó como una broma ha derivado en odio, pero no va a cambiar mi forma de pensar que este día es una idiotez. Y tampoco va a cambiar que me quite con mi flaca al cine, eso sí, solo porque hoy día es dos por uno, nada que ver con el día de los enamorados...


***


Otros 14 de febrero:

14 de febrero

14 de febrero II

14 de febrero III



viernes, febrero 10, 2012

Orazioni che si scrivono rispetto ad un evento passato pensando a cosa avremmo potuto fare e non abbiamo fatto

A veces cuando uno calla no lo hace porque se le han acabado las palabras. Al menos ese no fue mi caso. El olvido de este espacio fue para tratar de olvidar otras cosas que supongo fueron más importantes. En aquellas épocas creí, ingenuamente quizás, que había vuelto la poesía y me dejé llevar por todo lo que me rodeaba. Gran error que me trajo solo problemas y conflictos que pude haber evitado. Pero esto es así, un subeybaja que nunca termina. Inútil sería decir ahora que jamás volverá a pasar. Solo espero que si vuelve a pasar, pase de manera diversa a la que pasó.

Mi silencio fue culpa de una noche larga, oscura, tediosa, pegajosa. De esas que te dejan mil preguntas y vacíos. De esas que terminan siendo el fin del mundo por más que el día siguiente te levantes y sigas con tu vida. Una noche que uno no se explica. Que cuesta creer que fue uno el que estuvo allí y no otro con tu nombre, tus ojeras, tus arrugas. Noches en que las excusas no bastan y la lluvia se acaba cuando menos debe hacerlo. Noches en que los taxis no se detienen y debes caminar dando tumbos en soledad.

Pero fui yo y no otro. El personaje irreal que se apoderó de mí ganó la partida y devoró todo el mundo que con tanto esfuerzo había creado. La desesperación por salir de aquella espiral donde vivía se comió amigos, lugares, objetos, mujeres. Me invadieron unas ganas insaciables de destruirlo todo, incluso este espacio que se quedó sin contenido, vano, enano, lontano. Nadie ayudó. Ninguno dijo nada y desaparecí.

Y aquí estoy. Recogiendo pedazos. Cerrando ventanas. Caminando todavía entre brozas. Descalzo y tapándome la cara. No miro, solo escucho. Y por más que intento no reconozco ninguna voz, ninguna risa. Y aquí estoy. Comiéndome los recuerdos y atorándome con su olor. Con sus gestos lejanos que una vez fueron míos. Intoxicándome de canciones que no me pertenecen y yendo a fiestas sepulcrales. Y aquí me quedaré, enredado y sin opciones de volver a crear un nuevo mundo. No más huidas, no más salidas falsas. No más abrazos ni champán a medianoche. No más cuadernos nuevos ni lapiceros de colores.

Sin prisa. Sin pensar. Sin entorpecer lo poco que queda.

viernes, julio 29, 2011

Versificado

Yo que me afeito lentamente

Y cuento mis arrugas con esmero

Esperando vivir largamente

Para de vez en cuando escribir

Algún poema inocente

Posiblemente

Sin mar ni muerte

Arte poética I, Jorge Eduardo Eielson



La poesía ha vuelto a aparecer. Extraño puede parecer, pero así es esta de insolente. Nadie la quiere tener, pero me llena la cabeza de imágenes que son muy difíciles de perder. La poesía ha vuelto alejándome de todo y es incontrolable. La música es su mejor cómplice. La vida ha pasado a un segundo plano y por más que quiera recordar sonrisas lo único que puedo ver son colores y rostros ocasionales. No sé dónde estuvo todo este tiempo, yacía yo tranquilo por tierras mucho más terrenales, pero ya ven, ustedes, un día abrí la puerta y estaba allí riéndose de mi ingenuidad. Me ordenó que me quedara quieto, me miró y dijo lo flaco que estaba, ¿ya no comes?, me preguntó. No pude responderle. ¿Recuerdas al amor?, preguntó esta vez. No supe responderle. Después de reírse de manera burlesca dijo que se quedaría por aquí y que no intentara echarla, sería imposible y ridículo, agregó.

Son 16 noches que no puedo dormir. Escucho risas, veo luces cuando todo está oscuro y mis manos sienten hincones. Me levanto y todo sigue como el día anterior. Reconozco algunas caras y solo bebo agua. Todo sabe a agua: los besos, las comidas, el alcohol. Los versos atraviesan las paredes y las cosas se van cerrando en una espiral trastornada. ¡La poesía ha vuelto a aparecer! Los ojos más tímidos se han escondido por el miedo. El miedo a no controlar las situaciones. Pensé que era un juego pero no puedo comer hace mucho y siento mareos mientras respiro. La melodía no termina, se hace infinita, insoportable. ¿Cuánto puede durar? Nadie lo sabe, ni siquiera ella que escucha atentamente algunos versos sonoros que le leo en un lejano sofá. Nadie lo quiere saber, ni siquiera yo que camino bajo una lluvia incesante, agobiante. Extraño las manzanas, los óleos, las bebidas y la carne. Tu carne. La gente habla de niños, de vidas eternas, de compromisos serios, de relaciones sin besos y no entiendo en qué mundo estoy metido.

La poesía ha vuelto a aparecer. No fumo hace mucho. No sé que son todas esas drogas que los jóvenes consumen. No entiendo las comparaciones, las excusas, las despedidas por SMS, los amigos que no saludan y las charlas de las personas que visten de blanco. Nadie hace el amor, nadie apaga la luz, nadie recoge la basura. La poesía ha vuelto y no sé qué es peor, si ella o yo. Todos se alegran por ser bellos, por tener una foto, por ser mejores que tú, que él, que vosotros, que una piedra o que un gancho para tender la ropa. Trompetas suenan, trajes costosos bailan solos, sin nadie dentro de ellos y los billetes poco a poco van llenando libros, mochilas, cajas de zapato, floreros, iglesias. El agua de caño no existe más y tiemblo bajo el sol. La poesía ha vuelto a aparecer pero me tengo que levantar todos los días a la misma hora, cortarme el pelo algún día y alzar la mano derecha para seguir diciendo adiós, que te vaya bien.


La poesía ha vuelto a aparecer.



viernes, julio 08, 2011

Debilidades aparte...

Si de fortaleza se trata supongo que yo no tengo ninguna. No puedo ni siquiera resistir dos días sin hablarle que ya quiero llamarle o escribirle. Estoy a cada rato viendo si ha entrado al chat para conversar o viendo su número telefónico preguntándome si la debo o no llamar. Es jodido estar así porque no puedes pensar en otra cosa. Y luego cuando está conectada no sabes cómo hacer para empezar una conversación. Piensas en qué decirle y te pones tan tonto que hablas de cosas que ni te gustan o te inventas problemas con ella para pedirle perdón. Así han sido estos días de lluvia y sol, un martirio total que me ha tenido encerrado en un círculo vicioso del que salir es imposible.


Y la culpa de todo la tienen los besos que nos hemos dado, si no hubiese pasado no estaría pensando tanto en ella. Pero no tuve otra opción, pasó así y no sé qué hacer porque no puedo estar con ella. No podemos, por más que me encantaría. Además ella no quiere, es mucho más fuerte que yo y eso que somos del mismo signo. Cuando me ve ni siquiera me saluda. Me ignora completamente y jamás me ha llamado. Y si me ve en el chat pueden pasar horas y nunca me va a escribir, nada, ni siquiera un hola, y menos un chao si acaso le escribo que ya me voy… no escribe absolutamente nada, sólo deja de escribir y ya. ¿Enamorado? No creo, pero me fastidia mucho esta situación. Me fastidia porque estoy pensando todo el día en aquello y pierdo mucho tiempo, y luego escucho una canción, veo algo en la tele, como algo y me acuerdo de ella. ¿Enamorado? Para nada. Ni siquiera le he escrito un poema, eso ya sería una señal clara de que hay algo más. Tampoco la tengo como personaje en mis cuentos, pero sí acepto que a veces me quedo pegado viendo las 847 fotos que tiene en el facebook. Me las sé casi de memoria, y lo que me encanta es que en todas sonríe y hace gestos que no recuerdo haberlos visto antes.


A veces me gustaría no verla más pero para aumentar mi tragedia tenemos tantos amigos en común que la seguiré viendo, tampoco se trata de que me mude, o que cambie de amigos. Pero la situación es muy complicada porque soy tan débil, además cuando ella llega siempre algo nos va acercando, no sé, una canción, un trago, una mirada cómplice, porque hay que decirlo, para eso ella sí que se apunta. Me empieza a mirar y comienza con la risita coquetona que yo, débil como ninguno, me acerco a ella y pasa lo que no tiene que pasar. Su mirada se levanta y parece que se olvida de todo porque le da igual, simplemente me besa. Y lo anecdótico, y por lo que creo que Dios existe, es que nadie lo sabe, nadie nos ha visto, no sé cómo porque pienso que hemos sido más que evidentes, pero ha sido mejor así porque no podemos estar juntos. A ella le causaría muchos problemas, y esa no es mi intención. No sé si le gustaré pero le encanta bailar conmigo, le gusta acercarse, ponerse a mi lado y sabe que cuando hace eso yo no puedo hacer nada y me dejo llevar por su olor, por su voz, por su mirada. ¿Enamorado? No creo, porque allí sí que sería el final. Luego llegan los besos a escondidas y la noche se transforma en lo que menos quiero pero más deseo, y así cada vez que nos vemos. Ya le he dicho que no lo puedo evitar, que cuando se me acerca con la boca entreabierta yo caigo, y lo volveré hacer, por más que no podamos estar jamás juntos.


Está en el chat, se ha puesto al lado de su nick dos corazones al final y tiene como comentario: mañana es el gran día. No tenía que haberlo puesto, es obvio que mañana es su gran día, todo el mundo lo sabe. Yo acabo de cambiarme el nick, no me importa lo que pueda pensar, total...


El amante de las tinieblas dice: Nerviosa, mañana es el gran día, no?


La novia iluminada... “mañana es el gran día” dice: vas a venir?


El amante de las tinieblas dice: Sí, claro, estoy invitado, al final me invitaste al matrimonio... al menos cumpliste tu promesa...


La novia iluminada... “mañana es el gran día” dice: sólo espero que no hagas ninguna tontería...


El amante de las tinieblas dice: ...Nada, tú tranquila, yo soy FUERTE! ;)



martes, abril 19, 2011

La inteligencia del fútbol


Escuché hace unos días en una entrevista decir a un futbolista que su equipo había jugado un partido inteligente y práctico. Que habían sido ordenados y el resultado había sido satisfactorio. Todo esto lo dijo rodeado por periodistas que movían sus cabezas al ritmo de esas palabras y a mí despertaron un poco de curiosidad por saber cuánto había ganado su equipo y quién había hecho los goles. Grande fue mi sorpresa al ver que el resultado había sido un paupérrimo, tedioso y soporífero cero a cero. Y mayor aún fue esa sorpresa, o quizá desilusión, cuando me enteré que dicho jugador había sido expulsado minutos antes de terminar el encuentro.

¿Puede un cero a cero ser un resultado satisfactorio en un partido de Liga? ¿Se puede ser práctico cuando juegas profesionalmente al fútbol? ¿La inteligencia en este deporte no estaba en dar un pase al “vacío”, inventar un sombrero, hacer de la nada un pase de taco o "driblear" a todo lo que se te pone enfrente? Son preguntas que me he estado haciendo los últimos días con tantos partidos habidos y por haber. Y como las respuestas siempre son difíciles de hallar he estado recordando aquellos tiempos en que empatar era lo peor que podía pasar. Así, como lo leen. Cuando salir a empatar quería decir ser repudiado ya no solo por la hinchada contraria, sino también por la propia, ya que se consideraba una falta de respeto para el respetable. Y recuerdo esos días en que sentado con mi abuelo veíamos los clásicos. El abuelo era una gran persona pero no compartíamos los mismos colores y apostábamos porque sabíamos que uno de los dos equipos iba a ganar, o por lo menos los dos lo iban a intentar. En esos tiempos respetaba al clásico rival porque sabía que podían ganar. Y lo hacían, ¡vaya si lo hacían!, fueron años duros en que para ganarle los nuestros tenían que hacer el partido de su vida y sufrir hasta el último minuto para evitar ese empate que ahora se celebra como un triunfo.

Mi abuelo y yo apostábamos un vaso de agua, el que perdía se lo tomaba delante del otro. ¡Cuántos vasos de agua habré tomado en esa época! Muchos, pero alguno también le tocó tomar al abuelo que me enseñó, entre otras miles de cosas, esa forma sana de ponerle punto final a una semana tensa y a 90 minutos con el corazón en la mano para vencer al eterno rival. Pero hoy supongo que mi abuelo y yo nos dormiríamos viendo estos clásicos que lo más emocionante que tienen son las tarjetas amarillas y rojas, la bulla en las tribunas y alguna que otra animadora en el entretiempo. ¿Y el fútbol? No lo sé, hay equipos que no dan ni tres pases seguidos, salen a no perder y supongo que así los partidos son muy inteligentes y prácticos.

Y digo todo esto porque no solo los clásicos han cambiado, sino también la forma de ver el fútbol de las personas. Hay muchos que con esas declaraciones del citado futbolista están contentos y pueden dormir tranquilos. Estamos rodeados, en todo el mundo, de entrenadores que juegan a no perder, a encerrarse atrás y parece como si ellos fueran genios porque, a veces, ganan. Y estas personas ahora dicen que es justo que sea así y tienen hasta la osadía de decir que lo que más importa es el resultado. Lo que importa es ganar, repiten a diestro y siniestro. Me pregunto yo: si solo les interesa el resultado ¿para qué ven los partidos?, ¿no sería mejor que compren al día siguiente el periódico y que lean si su equipo ganó y ya está? Inútil discutir con ellos, están cegados con el show y los discursos de dichos directores técnicos.

Siento que soy un nostálgico, tal vez, pero pregúntenle al abuelo si no es verdad lo que hacíamos si había un empate a cero en un clásico. Era solamente apagar la tele y decir a viva voz: ¡estos no sirven para nada!

lunes, abril 11, 2011

La hora loca

Resultados parciales de las elecciones en el distrito de Asia, Lima, al 83%


ignorante.

(Del ant. part. act. de ignorar; lat. ignōrans, -antis).

1. adj. Que no tiene noticia de algo. U. t. c. s.

A veces, cuando me voy de vacaciones, suelo desconectarme del mundo y no tengo ganas de tener noticia alguna. Simplemente no tengo noticia de algo. Es una decisión personal que disfruto a ciencia cierta tendido sobre un colchón lejos de todo, amparado en mi capacidad de disponer de algo de dinero a la hora de elegir adónde ir, qué comer, qué ver o qué beber. Vida, le llaman algunos, suerte, otros tantos.

No tener noticia de algo a la fuerza, porque no tienes otra, debe ser algo más duro, quizá algo que nunca podremos imaginar o entender porque nacimos rodeados de noticieros, periódicos, revistas y libros por todos lados, por más que estos últimos nunca los hayamos querido abrir están allí, adornando nuestras impolutas salas. Pero la realidad es más incierta (en todos sus significados), por pequeña que parezca. Menospreciar a alguien por el hecho de no tener la posibilidad de recibir noticia de algo debe ser una de las perversiones más grande del ser humano. Casi casi como llamar bestia, bruto, imbécil o demás hierbas a alguien que por motivos ajenos a las ganas de hacerlo, o a la falta de oportunidad, no sabe leer o escribir. Pero así somos, vengamos del lugar que vengamos, porque da igual si somos cobrizos, blancos, negros o cholos; nuestro desprecio hacia todo lo que piensa o actúa distinto a nosotros nos hace siempre ganadores, y el insulto o el desdén siempre nos hará sentir mejor, con la complicidad de una rezadita para pasar piola y poder dormir tranquilos.

Errores hemos cometido todos, empezando por la gente que tiene noticia de casi todo, pero que a la hora de mirar un poco más adentro cierra los ojos porque le da miedo. Los errores de los demás siempre nos parecerán más grandes, más erróneos. La disyuntiva la hemos creado nosotros hace mucho, no apareció de la noche a la mañana. Por eso solo espero que tengamos muchos pelos porque viendo en lo que estamos metidos es el momento justo para empezar a arrancárnoslos uno por uno, y tener que jugársela, ya no hay paso atrás, ni insultos que valgan.