domingo, julio 01, 2007

NY

New York no es gris, sino ploma. Me pregunto cuántas historias de los setenta y de los ochenta habrán nacido en esa ciudad. Una ciudad que con, o sin, el sol, parece no existir. Una cosa irreal dentro de la realidad de sus calles. Un eterno mirar hacia arriba. Cemento por doquier y la sensación de que la vida debajo de nosotros existe gracias al continuo ruido del metro. New York no es grande, sino enorme. Y en cada calle siempre hay algo. Hay una historia que empieza en las caras de las gentes. Se nota que nadie duerme y que a nadie le preocupa otra cosa que no sea New York. Una ciudad que no respira y que, si lo hace, no se da cuenta. Y luego el mar, los trenes, los taxis y ese humo que toda mi vida vi en las películas y me preguntaba por qué salía del piso, pues también estaba allí, tan humo como siempre. Es la ciudad espectáculo, es tiendas y Starbucks. Son colas interminables y luego, cuando logras terminar de hacer una, ves el Central Park.

El Central Park no es un parque, sino un mundo. Al verlo tan lejos de todo, tan calmado y ver su inmensidad te preguntas de dónde salió esto. No le molesta nada. Nada le fastidia, descansa y deja descansar. Es inoportuno, pero está bien que lo sea. Tiene la vista más grande de todas y un alaguna tan inmensa que te atrapa los ojos. La gente corre en sus caminos. Lo rodea pero no lo mira de frente. Y estás allí parado en medio del verde, la bulla desaparece y te preguntas cómo hace para ser tan sordo cuando fuera de él hay quince millones de personas tratando de adelantarse en una cola. El Central Park no ronca cuando duerme. No apaga la luz y tampoco se tapa. No, no es como el MoMA.

El MoMA no es un museo, sino una persona. Una persona que está sentada con lo brazos abiertos. Una persona con muchas caras y de diferentes colores. Una persona muy alta que reúne a todos nosotros pero no es ninguno. Y te preguntas cómo puede haber tanta genialidad junta en una sola persona. Porque cuando el MoMA habla lo hace para todos. Porque cuando llora, todos lloramos. Y viceversa. Y luego ves mucha obra de arte. Y más obras de arte. Y más. Y si quieres puedes quedarte con él. Él, que con nuestra imaginación juega.


New York es esa calle con números y casas con nombre. Ese suspiro. con smog Ese respiro inquieto. Esos policías tan azules. Ese café muy caliente y con sacarina. Ese hot dog de un dólar que cuesta tres... Cuando New York se acuesta, nosotros también.

2 comentarios:

José Agustín Haya dijo...

Chévere... yo también quiero conocer niú llorc.

Carlos Rojas Olivos dijo...

Lo último que leí sobre Niú llorc, en un blog que encontré por allí, decía: parece la Av. Abancay pero más bacán... jaajaajaaa