lunes, mayo 14, 2007

Llamada 3

Saqué mi agenda y estaba decidido. Iba a llamar a todas, no me importaba que se dieran cuenta de que era yo, no me importaba que me odiasen más de lo que ya lo hacían. No me importaba nada. Marqué el primer número, la elegida era una niña cuando la conocí. Al escuchar su voz me hizo recordar toda mi juventud yendo y viniendo por todos lados. Dijo "Aló" y no colgaba. Yo antes, hace muchos años, hice lo mismo y ella sabía que era yo, me lo dijo una vez que nos encontramos en Miami, esta vez no sé si lo sabía pero no colgó hasta cuando pasaron unos seis minutos y yo lo hice por ella.

Ahora tocaba ella, quién es ella, era la misma loca de siempre. Dicen que la locura es contagiosa y lo afirmo, ella me contagió manías, me dio una nueva visión de la vida que no tenía nada que ver con la vida y me quiso tanto que nunca se acostó conmigo, y cómo sabes que te quiso tanto, pues lo supe después de leer un mail suyo que decía que siempre me quiso y siempre me querrá, yo creo que si eso me lo decía en el momento que la conocí muchas cosas no hubiesen sido como son ahora. Al llamarla me contestó una voz y supe que ella nunca iba a cambiar, era una de esas voces extrañas que me decía que el número que yo había marcado no existía más.

A esta no sabía si llamarla o no, acabamos mal pero como estaba decidido marqué su número por más que mis dedos se resistían. Me dijo “Sí” y casi le digo Sí, soy yo, el mismo que te cargó la maleta a pesar de la nieve, el mismo que caminó kilómetros por verte solo dos minutos, Sí, soy yo… pero no iba a hablar, me lo prohibí las dos últimas veces que nos vimos y también en ese momento. Volviste a hablar aunque con una voz que se entrecortaba, a pesar de eso logré entender un "Déjame en paz". O quizás me equivoqué y era un "Te quiero". No lo sé pero de lo que sí estoy seguro es de que temblabas porque esas cosas se sienten por teléfono, así como yo también temblaba y con tanto temblor y tanta lluvia merodeando los ojos me colgó.

Dije que llamaría a cinco y la cuarta me contestó con la misma voz con la que me dijo no te vayas, y yo me tuve que quedar callado como aquella vez porque mi lengua no respondió. Escuché una risa, y yo también reí porque eso era lo que más hacíamos, nos reíamos tanto que a veces reíamos más de lo que hablábamos. Luego de tu risa gritaste "Quién es" y me asusté un poquito, no mucho porque eras tú aunque nunca pudiste pensar que era yo el que llamaba ya que sabes que odio hablar por teléfono. Seguías siendo la misma fresca de siempre por eso me mandaste a la mierda y me colgaste con un merecido "Conchatumadre".

Y me quedaba un número, un número que estaba escrito con color rojo, un número que se añadió hace poco a esta agenda que se cae a pedazos, como pedazos nos hicimos nosotros, ¿recuerdas?, sí, estoy seguro porque tú recuerdas todo por más que te quejes de la memoria de pez y de esas cosas. Veía el número, estaba allí muy claro con todo el color rojo del mundo con el que lo escribiste tú porque me dijiste por qué no estaba en esa agenda tu número que era el más importante de mi vida, yo no te pude decir que no, no pude porque a ver quién es el valiente que lo hace… No estaba seguro de marcarlo, las ganas ya no eran las mismas pero tenía que hacerlo… y así pensando en si sí o no lo hacía me entraron de nuevo las ganas y cogí el teléfono, estaba decidido a hablarte y a todo cuando en el preciso momento en el que estaba por el sexto dígito abriste la puerta de la casa y entraste.

3 comentarios:

Bruno Rivas dijo...

Muy capo es usted maestro

Anónimo dijo...

Uhhh que historia... mujeres, mujeres.
Los seres más hermosos y más incomprendidos del planeta.

Carlos Rojas Olivos dijo...

Pero si los incomprendidos somos nosotros, o al menos yo me siento así: incom/prendido... ah y también: herm/oso.