viernes, abril 08, 2011

Elegir una de las dos


Recuerdo que tenía el pelo muy largo porque un día me levanté y decidí que no quería ir más al peluquero. Lo odiaba por más que tenía hartas revistas porno en uno de sus cajones. Odiaba también que alguien me tocara la cabeza y tener que estar sentado por más de veinte minutos frente a un espejo. Recuerdo que cuando fui a sacar mi DNI el de la ventanilla me dijo que con ese pelo no me iban a dar nada, que tenía que cortármelo para la foto. No me quedó otra que amarrarme el pelo, hacerme una cola e ir así a hacerme una foto tamaño carné. Después de haber dejado todo los requisitos del DNI comencé a pensar qué haría cuando me dieran el documento. Pensé en hacer una gran fiesta con mujerzuelas y animales salvajes. Pensé también en irme de viaje por todo el mundo con una mochila y los 20 soles que me alumbraban. Nunca había querido sacar el documento pero lo tenía que hacer si quería inscribirme en la universidad y poder votar. Las elecciones estaban cerca y dos candidatos luchaban por gobernar el país más ingobernable del mundo. Uno era un chino y el otro era un cholo. Un cholo que había visto cuatro años antes en una entrevista donde hablaba de su pasado pobre y sus estudios en en exterior. Al cholo no se lo habían podido bajar, los demás candidatos estaban por los suelos después de la mala fama que les había orquestado el chino, el más pendejo de los dos. Pero mis elecciones pasaban más bien por la elección entre dos chicas. Tenía que elegir entre la chica buena y la chica mala. La mala era la que más me atraía pero hacía de mí uno de esos tapetes que pisamos a diario. La buena era la que me invitaba a su casa, me daba de comer sopas abundantes y me hacía escuchar música pegajosa. La mala era una rata, casi casi como el chino que salía en televisión evocando tiempos oscuros capaces de repetirse si él no era elegido. La mala me miraba y como sabía que me moría por ella no me decía nada, ni siquiera cuando le recité 16 poemas de, en este orden, William Carlos Williams, H.D. y Ezra Pound.
Recuerdo que un día me subí a una combi después de que me dieron mi DNI y encontré a la chica buena. Estaba sentada detrás yendo a la Pre donde estudiábamos. Me vio y me dijo que no tenía ganas de ir a estudiar, que quería ir a pasear. Paseamos, me invitó mazamorra con arroz con leche en el parque Kennedy y caminamos hasta esa cosa nueva y horrorosa llamada Larcomar. Me hablaba de todo, yo no lo hacía por temor a darle un beso o a enamorarme de ella. Pero ella, tan astuta como el el chino organizando fraudes, me dijo para entrar en el cine. Allí ninguno hablaría y sería cuestión de miradas. Pero tuve que salir corriendo porque la mazamorra hizo un efecto inesperado en mi estómago. Recuerdo que cuando me tocó votar había una colaza en un colegio católico cerca a mi casa. Estaba tratando de ver si encontraba a alguien para ir a hacer hora pero había pura gente mayor. Cuando me dieron la cédula era una cosa enorme y allí estaban, pegaditos, los dos símbolos: el del chino y el del cholo. Recuerdo que la chica mala desapareció una noche en un bar cuando me quedé a solas con ella, estábamos en un baño, ella estaba súper fumada y cuando me vio se quedó callada. Me quedó mirando como despreciándome y, como era muy mala, se me acercó a la oreja, me la mordió suavemente y me dijo al oído que llamase al Chepe, que tenía ganas de hacerlo con él. Yo le hice caso, lo llamé y me fui.
Recuerdo que un día estábamos marchando por el centro de Lima con unos amigos en una manifestación en contra del chino porque se había apoderado, a la fuerza, de unas elecciones que había perdido. Había mucha gente y de pronto llegó la chica buena con una mochila de color rosa, cuando de repente apareció en el balcón el cholo a quien habían robado las elecciones y la gente comenzó a delirar. Mi pelo seguía largo y yo ya me había acostumbrado a usar cola. La chica buena me alejó de la muchedumbre y me dio un beso en el preciso momento en que el cholo terminaba su discurso diciendo: ¡Carajo! Recuerdo que luego hubo segunda vuelta porque el fraude no se pudo consolidar pero ya no pude votar porque había perdido mi DNI en una combi de la que tuve que bajar corriendo para seguir a un choro que me jaló mi canguro.
Muchos años después hay elecciones nuevamente, el cholo está en carrera y el apellido del chino rata suena con fuerza. Me acabo de cortar el pelo con mi peluquero preferido que me ofrece té y galletas, la chica mala está felizmente casada y tiene 2 perros en su inmenso jardín que se llaman Chepe y William; y la chica buena está aquí, sentada a mi lado esperando los resultados de la última encuesta, rezando para que el país no se vuelva a joder con la hija del chino rata y reprendiéndome por no tener aún DNI.

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